Por Gabriela Cordero González
¿Alguna vez ha pensado qué porcentaje de la vida cotidiana, o de las tareas que se realizan normalmente en un día, incluyen elementos electrónicos y mecánicos que facilitan a las personas la capacidad de llevar a cabo esas tareas de forma más sencilla, rápida o eficaz? ¿Ha reflexionado sobre el aumento que ha tenido la industria electromecánica en las últimas décadas? Tanto el internet, las computadoras, los medios de transporte, los aparatos domésticos, los celulares, en fin, todas las herramientas electrónicas que nos rodean han sido enormes avances en su campo en los últimos 20 años, prácticamente, y se han convertido en herramientas esenciales diseñadas para solucionar o simplificar problemas que se presentan diariamente en la vida de cualquier ser humano.
Hace 20 años, las computadoras y el internet, y los teléfonos celulares eran descubrimientos de elementos innovadores que trabajaban de maneras independientes y sólo se soñaba la posibilidad de lograr un mismo aparato que cumpliera las dos funciones principales, es decir, un celular que tuviera acceso a internet. En la actualidad, una gran cantidad de población tiene la posibilidad de obtener celulares cada vez más avanzados que incluyen la opción de accesar a internet, hasta por medios inalámbricos. Entonces, si esos hechos sucedieron en 20 años, cuando la tecnología no era tan avanzada como en este momento, ¿qué va a suceder en los próximos 20 años?
Los descubrimientos y avances en el campo de la robótica son una respuesta a esta intervención que se ha planteado. Los robots son una realidad en este momento, y son creados como herramientas complejas que facilitan la vida de las personas y que puedan realizar tareas peligrosas, complejas o aburridas que un humano no pueda o desee realizar.
El dilema que se ha originado en este ámbito es el descubrir las respuestas de una serie de interrogantes que influyen en la creación y comercialización de robots; la más importante de todas puede ser el responder qué distingue a una persona o ser humano de un robot, si los avances en la robótica, como lo explica el autor del artículo, pretenden darles a los robots capacidades cognitivas, capacidad de selección de alternativas o capacidad de elegir por sí mismos, creación de soluciones prácticas a situaciones o problemas, una auto-conciencia de su existencia, la posibilidad de usar una estructura lingüística, la existencia de “robots sociales” que interactúen, aprendan, entiendan y sigan reglas morales.
Un ser humano se ha definido como “ un ente portador de características únicas, irrepetibles e insustituibles, que lo diferencian del resto de especies existentes: como la conciencia, la capacidad de expresarse manifestando sus ideas a través del lenguaje, tiene conocimiento sobre sí mismo y su alrededor, permitiéndole transformar la realidad, conocimiento de sus estados emocionales, tendencia a la autorrealización, capacidad de elección, creatividad y desarrollo en una sociedad, considerando que funciona como una totalidad por lo mencionado, se lo denomina como un organismo biopsicosocial” (Artavia, 2008); entonces, ¿cuál es la principal diferencia entre un robot y una persona, si lo que se pretende es poder humanizar a los robots, de manera que ni siquiera un humano pueda distinguir la diferencia entre uno y otro? (Carroll, 2011)
Personalmente, en este momento creo que la diferencia se encuentra en la concepción de “vida y muerte” y el ámbito espiritual del ser humano, pero en un futuro las vidas de todos los seres humanos van a cambiar cuando incluyan y se acostumbren a los robots “sociales”, y tal vez en ese momento podamos responder claramente cuál es la distinción real entre “ellos y nosotros”. ¿Qué nos hace humanos? Es la pregunta que vamos a tener que responder diariamente.
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